Querida Alemania
Esta crisis de inmigración en Europa me ha hecho pensar mucho acerca de ti de nuevo. Tras muchos años de memorias agridulces y emociones reprimidas (no puedo decidir si se trata de nostalgia, tristeza o enfado) es hora de dejarlas pasar.
La guerra empezó con mi primer cumpleaños. Cuatro meses después, vine oficialmente de un país que ya no existía. Hubo una guerra civil y la situación estaba demasiado revuelta, con vecinos atacándose entre ellos, y siendo mi madre musulmana y mi padre cristiano ortodoxo no tuvimos otra opción que marcharnos (que los vecinos amenazaran constantemente con decapitar a sus hijos no era para ellos).
Así que de alguna manera huimos a Eslovenia. Pero ellos no nos quisieron (aunque hubiera sido perfecto, pues hubiéramos estado muy cerca de los familiares que dejamos atrás).
Y entonces emigramos a Austria, donde nos acogió una familia austriaca (que ya tenían cinco hijos) y vivían en las montañas y ¡sorpresa!, se convirtieron en nuestra segunda familia. Nos permitieron quedarnos allí durante nueve meses, hasta que Austria decidió que era la hora de marcharse.
Pero la guerra estaba todavía arrasando nuestro hogar. A dónde podríamos ir era una incógnita enorme todavía. Pero ahora es cuando apareces tú, Alemania. Tú nos permitiste cruzar esa frontera.
Y nos colocaste en un campo de refugiados por un año (¡fue fantástico, teníamos un apartamento completo para nosotros!). El pueblo se llamaba Braunlage y era uno de esos centros de campismo/esquí que nos permitiste llamar hogar por un tiempo, y el sitio estaba lleno de refugiados de los Balcanes y rusos, donde lo pasamos realmente bien y los niños pasábamos el rato jugando; llegábamos a casa sobre las dos de la mañana (incluidos los que hasta hace poquito éramos bebés), porque nuestros padres estaban demasiado débiles y deprimidos para que les importara.
Y entonces tú, Alemania, nos dijiste que se nos permitía quedarnos incluso más tiempo, ¡años incluso! Estamos todos en éxtasis. Lentamente, mi lengua materna (que originariamente era ruso) se transforma en alemán. Un propietario egipcio se puso en contacto con nosotros y nos dijo que había escuchado acerca de nuestra situación, cómo los niños tenían PTST (transtorno de estrés post-traumático), y nos ofreció un apartamento económico que se encontraba en una ciudad al norte llamado Braunschweig, listo para ser ocupado. Así que allá fuimos.
Allí es donde pasamos los siguientes cinco años. Donde nos daban 400 DM (unos 200€, aunque hoy en día equivaldrían mucho más dinero) cada seis meses para ir a C&A y comprarnos toda la ropa que quisiéramos, donde mis mejores amigos se llamaban Lisa y Werner, y Otto, donde nuestro vecino nos regaló una radio usada para que pudiéramos escuchar la diáspora al final del día, donde anónimos alemanes llamaban a nuestra puerta y nos ofrecían comida y ropas usadas, donde el toy’s r us me hizo creer que había ganado un concurso y me entregó una tarjeta regalo, donde a mi hermana mayor (una buena estudiante) le denegaron la entrada a la mejor escuela (porque era una refugiada), pero entonces la ciudad entera se manifestó contra la decisión. Eran buenos (en algunas ocasiones duros) tiempos – pero lo bueno superó con creces todo lo demás.
Sin embargo, recibimos una carta en el correo. Era la hora de irse, se estaban deshaciendo de todos nosotros. A posteriori, me parece que tiene sentido. La guerra había terminado, no había más excusas. Pero tú nunca consideraste que el peligro para nosotros en realidad no terminaba en ese momento (la gente había hecho cosas horrendas en esa guerra), que después de seis años te consideraba mi único hogar y que me iba a costar algún tiempo comprender que ya no me querías. Recuerdo a mi madre arropándome en la cama mientras yo le lloraba:
-«¿Por qué mi país ya no me quiere?».
-«Este no va a ser tu país por mucho tiempo»
– «¿Y cuál va a ser mi país?»
– «No lo sé».
-«¿De dónde soy?
Y ella me lo dijo, y yo lloré incluso más fuerte porque no podía ni tan siquiera pronunciar el nombre del sitio, y mucho menos hablar su condenado idioma.
He vuelto a releer todos los recortes de periódico de aquellos tiempo, cómo se nos dijo que éramos perjudiciales para la economía (que lo éramos), cómo no producíamos ningún beneficio al país, cómo querían que nos fuéramos, cómo éramos humanos de los que no querían tener que responsabilizarse. Estaban en su derecho, pero eso no significa que no fuera un duro golpe asimilarlo. Así que privaste a mis padres de su permiso de trabajo; mi madre, ingeniera, y mi padre, profesor, se convirtieron en persona de limpieza y asistentes para discapacitados antes de que esa opción también fuera eliminada.
Mi clase y la clase de mi hermana vinieron a vernos a la estación de tren. Recuerdo a los profesores llorando, con pañuelos en sus manos mientras nos despedían. Ahí acabó todo.
Pronto encontramos un hogar en otro lugar (esta vez definitivo). Mas de quince años después, mientras terminaba mi postgrado en la universisad de Oxford, se me acercó un profesor alemán, hablamos un poco y al final me pregunta: «¿Por qué no te quedaste en Alemania? Podríamos haber cuidado de ti y tu familia allí»; creo que tan sólo me reí y le respondí con algo en la línea de «¡hacía mucho frío!».
Alemania, entiendo que no me quisieras, incluso en un momento de mi vida en el que eras la única cosa que conocía (Yo creía que era alemán). Entiendo que en aquel momento no vieras ningún valor en mi, incluso aunque tus ciudadanos estaban en desacuerdo. Pero este resentimiento infantil no pude dejarlo marchar.
Al final, solo quiero decir gracias. Dios sabe dónde hubiera estado sin ti. No tengo idea de la deuda que tendría que pagar para que estuviéramos iguales. Danke, danke, danke (ya lo he superado).
La foto somos yo y mis colegas rusos.
Fin.
P.D: solo quiero enfatizar que esto no fue un ataque contra Alemania, en su lugar, es un «gracias». Soy lo suficientemente mayor para entender por qué teníamos que ser expulsados (y que las razones estaban perfectamente justificadas). Se encargaron de nosotros durante seis años, ¡y eso merece un montón de gracias!. Sólo necesitaba descargarme de este resentimiento que me acompañó durante la infancia (los niños realmente no entienden de economía ni política), y por eso escribí estas palabras. Es gracioso que tras pasar seis años en las fronteras de Alemania (y ser un nativo alemanoparlante), he olvidado completamente el idioma, algo por lo que mi hermana no deja de hacerme bromas. ¡Le daré otra oportunidad en duolingo, a ver cómo va!.
[Texto original de un inmigrante en Europa dirigido a Alemania. Consideramos que merece la pena compartirlo con vosotros]
Fuente: reddit